La banalización del mal Arturo Peinado, @apces. Presidente de la Federación Estatal de Foros por la Memoria. El pasado 13 de febrero una marcha nazi en Madrid homenajeó a los caídos de la División Azul, la 250ª División de la Wehrmacht que luchó contra los Aliados en la 2ª Guerra Mundial y participó en crímenes de guerra como el asedio a Leningrado, ciudad en la que murieron 1.200.000 personas, en su mayoría civiles. La manifestación autorizada, que se celebra todos los años, finalizó con un “homenaje a los caídos” ante el monolito que homenajea a la División Azul en el Cementerio de la Almudena. En dicho acto se profirieron proclamas antisemitas como “El judío es el culpable”, lo que ha sido noticia recurrente estos días en todos los medios de comunicación.
La permisividad de buena parte de la sociedad española y de los medios de comunicación hacia las manifestaciones negacionistas de los crímenes del franquismo y la humillación de sus víctimas, se sustenta en la banalización del mal y en la normalización de un pasado vergonzante, lo que acarrea siniestras consecuencias en el presente, cada vez más evidentes. El origen está en la forma en que se realizó la transición de la dictadura a la democracia, sin ajustar cuentas con el franquismo y sus crímenes.Asimismo, la Fiscalía Provincial de Madrid investigará de oficio las proclamas antisemitas porque el Ministerio Público entiende que los hechos pudieran ser constitutivos de un delito de odio. También el consejero de Justicia de la Comunidad de Madrid pidió que se abriera una investigación, tras expresar su “máxima condena”. La derecha española, y especialmente la madrileña, se escandaliza de las proclamas de odio, insultos y menosprecio si se trata de las víctimas del Holocausto o del terrorismo, pero cuando se trata de las víctimas del franquismo miran hacia otro lado, si no son copartícipes de las humillaciones. No demasiado lejos del lugar donde finalizó la marcha fascista del pasado sábado se encuentra el Memorial a las víctimas del franquismo, del que el Ayuntamiento de Martínez Almeida arrancó los nombres de las casi 3.000 personas asesinadas por los franquistas en la posguerra, y borró unos versos de Miguel Hernández. La historia viene de lejos: también en la Almudena hay una tumba en la que yacen los restos de varios pilotos de la Legión Cóndor; tras muchos años de denuncias y protestas al Ayuntamiento, las inscripciones que hacían apología del franquismo y el nazismo sólo fueron borradas por expresa indicación del titular del terreno, el gobierno alemán, a través de su embajada en Madrid. La derecha española no tiene problema en condenar expresiones antisemitas como las que se escucharon en la marcha fascista, porque parten de la concepción de que los crímenes del nazismo fueron cometidos por extranjeros fuera del territorio español. Otra cosa es que rehúyan manifestarse sobre la responsabilidad del régimen de Franco en la entrega, deportación y asesinato de miles de republicanos españoles víctimas del sistema concentracionario nacionalsocialista. Estamos a la espera de que el Ayuntamiento de Madrid cumpla el compromiso adquirido por la anterior corporación, (y en principio mantenido por la actual) con la Amical de Mauthausen de erigir un monumento a los madrileños deportados a los campos nazis.
La permisividad de buena parte de la sociedad española y de los medios de comunicación hacia las manifestaciones negacionistas de los crímenes del franquismo y la humillación de sus víctimas, se sustenta en la banalización del mal y en la normalización de un pasado vergonzante, lo que acarrea siniestras consecuencias en el presente, cada vez más evidentes. El origen está en la forma en que se realizó la transición de la dictadura a la democracia, sin ajustar cuentas con el franquismo y sus crímenes. Seguimos conociendo proclamas de las fuerzas armadas y de seguridad, que consideran como propias las efemérides y “hazañas” de la División Azul: ¿Alguien se imagina un tratamiento parecido en Francia con respecto a unidades similares como la Legión de Voluntarios Franceses o la División Carlomagno?.
El origen del problema es de todos conocido: en Europa los nazis y fascistas perdieron la guerra en 1945. Sus homólogos españoles ni perdieron la guerra civil ni la transición a la democracia. La solución empieza por aplicar la normativa europea, contraria a permitir manifestaciones neonazis, por ejemplo, la Resolución del Parlamento europeo sobre neofascismo en Europa, que insta a cumplir la Decisión Marco para luchar contra organizaciones que propaguen delitos de odio. Asimismo es indispensable la existencia o aplicación de códigos de conducta en los medios de comunicación públicos y privados, sobre el tratamiento a las ideologías de odio, como los fascismos, la xenofobia y el antisemitismo, y en el plan de estudios universitarios de Periodismo. El fascismo debe ser recogido como delito en el Código Penal porque, es en sí mismo, un crimen. Esperamos que en la próxima tramitación parlamentaria de la Ley de Memoria Democrática se homologue el tratamiento del menosprecio, las humillaciones y amenazas a las víctimas del franquismo con el que se ha legislado para otros colectivos de víctimas, incluyendo un sistema sancionador claro y contundente.